En la guía se definen los
términos y conceptos asociados al acoso y ciberacoso, se proporcionan
pautas para identificar a los niños que puedan ser objeto de estas
formas de violencia, y se facilitan las acciones a implementar en caso
de que el niño sea víctima, agresor o espectador de estas situaciones de
violencia.
Asimismo, la guía proporciona información sobre los peligros
de no abordar este problema y ofrece recomendaciones específicas tanto
para la prevención del acoso y ciberacoso, como para facilitar una
intervención inmediata.
Según los autores de la guía, el papel de los padres y
madres resulta esencial para conseguir prevenir y erradicar el acoso y
ciberacoso. Si bien es un requisito necesario el estar correctamente
informados acerca de las dimensiones y alcance de este problema y de los
pasos que se pueden poner en marcha una vez identificado a un menor en
riesgo, los padres juegan un papel insustituible para corregir a tiempo los modelos de conducta basados en la violencia
como mecanismo de resolución de conflictos. De acuerdo con el
documento, y teniendo en cuenta que las conductas agresivas para
resolver conflictos son aprendidas desde edades muy tempranas, los
padres pueden contribuir a la erradicación de estos modos de conducta
enseñando al niño conductas positivas alternativas basadas en el
diálogo, la negociación, el respeto y la tolerancia.
En relación con la detección temprana de los
niños en situación de acoso o ciberacoso, los padres también tienen un
rol importante, actuando como observadores de los síntomas que pueda
presentar el menor y que constituyen una advertencia de peligro, tales
como la negativa o rechazo a ir al colegio (o a alguna actividad
extraescolar), la apatía o tristeza, los cambios constantes de humor, la
irritabilidad o nerviosismo, el miedo o la desconfianza, la pérdida de
amistades, la pérdida de interés en aficiones habituales, la disminución
o el exceso de apetito, las dificultades para dormir, la presencia de
marcas de golpes o moratones que no sabe cómo explicar, las dificultades
de concentración, las quejas físicas de dolor (sobre todo si aparecen
el domingo por la noche o a la vuelta de las vacaciones), la rotura o
pérdida de objetos personales, incluidos los cuadernos de clase, etc. En
estos casos, la guía ofrece pautas específicas para poder establecer
un clima de confianza y distendido que facilite que el menor cuente lo
que le está ocurriendo. Asimismo, también ofrece herramientas en caso de
que los padres sospechen que su hijo actúa como acosador o es testigo
de la violencia ejercida contra otro compañero.
Tal y como se menciona en el texto: “al acoso hay que
llamarlo por su nombre. Es violencia. Y para acabar con ella es
esencial que la sociedad en su conjunto entienda que la violencia entre niños y niñas es intolerable”.
De esta manera, el recurso presentado por Save the
Children se complementa al estudio publicado por esta asociación el año
pasado, que ya se mencionó en Infocop (
Yo a eso no juego, informe sobre bullying y ciberbullying).
Dicho estudio, realizado con una muestra de 21.000 estudiantes
españoles de entre 12 y 16 años, puso de manifiesto que las conductas de
acoso y ciberacoso son muy frecuentes entre los menores. En concreto,
uno de cada nueve estudiantes consideró que había sufrido bullying en
los últimos dos meses y uno de cada 7 reconoció haber sido víctima de
ciberacoso. Tal como establece Save the Children
“una de las claves del éxito de la lucha contra el acoso y el ciberacoso es la implicación de todos los agentes del ámbito educativo, el entorno familiar y los propios menores afectados”